Centro Cultural Universitario de Ciudad Juárez
Legislación Educativa
¿Pueden los investigadores
Influir en la política educativa?
Lisbeth Acosta Villalobos
Legislación Educativa
Resumen
12 de julio de 2010
¿ Pueden los investigadores influir en la politica educativa?
Antecedentes
Antecedentes
En los años sesenta no había prácticamente antecedentes de investigación educativa en el país, ni mucho menos instituciones independientes. Tampoco había opiniones en la prensa que criticaran el desarrollo educativo del país. Predominaba un triunfalismo incuestionado que exaltaba los logros de los gobiernos pos revolucionarios en todos los campos.
Además, mis colaboraciones en la prensa durante más de 40 años me hicieron asumir un rol de crítico externo desde el principio; fueron más de 700 artículos.
El libro en prensa que he mencionado reconstruye y analiza mis interacciones con los secretarios de Educación. El eje de mi análisis de la relación con ellos es la relación del “conocimiento especializado” que yo aportaba como investigador con la toma de decisiones políticas. Para ello, destaco tres funciones que desempeñé: la de crítico, la de asesor no formal y la de asesor formal.
La lógica del funcionario. El funcionario de alto nivel, o político, tiene una mente pragmática. Valora prioritariamente la eficacia de sus acciones; sabe que se le va a juzgar por los resultados que obtenga y, por tanto, pondera las aportaciones de su asesor por cuanto contribuyan al logro de resultados. Por otra parte, el funcionario está sujeto a muchas restricciones que actúan como camisa de fuerza sobre sus decisiones; está habituado a distinguir lo que quisiera hacer de lo que realistamente puede hacer.
Además, se mueve cotidianamente, en un ambiente de suspicacias, rumores no confirmados y situaciones frecuentemente delicadas, pues en ellas se juega su carrera. Esta es su “lógica”, su forma mental; la lógica del poder.
La lógica del asesor. El asesor suele ser un intelectual, personas que saben de un tema útil para el funcionario, no a personas nombradas como asesores que desempeñan funciones muy distintas: de imagen, de comunicación, de marketing electoral o simples confidentes y amigos del político.
Si un académico acepta ser asesor puede perseguir los propósitos siguientes: influir en las decisiones del político (en nuestro caso, para mejorar la educación), enriquecer su visión de los problemas, tener la oportunidad de aplicar sus conocimientos y, a veces, también ampliar sus relaciones en el ámbito político y mejorar su currículo. Todo ello es legítimo.
La relación entre asesor y político tiene que basarse en una credibilidad recíproca, en una confianza, y en que el asesor se sienta que forma parte del proyecto del funcionario.
La lógica del periodista como crítico externo
El oficio del periodista de opinión o editorialista tiene reglas un poco diferentes, pero la mecánica psicológica que hay detrás es la misma en lo sustancial: también él busca notoriedad, ser tomado en cuenta, impactar; si no, no escribiría. Aunque dice que quiere “formar opinión”, rara vez expondrá los diversos puntos de vista del asunto tratado; más bien sustentará una posición entre las varias posibles.
Los investigadores solemos proponer nuestras soluciones desde un ámbito de verdades abstractas, sin ponderar los obstáculos que conlleva su implementación.
El político, en cambio, no puede hacer todo lo que desea. Tiene muchas restricciones. Menciono cinco clases de éstas: las de índole política, pues está sujeto a la voluntad de su superior y a la evaluación que éste hace de su desempeño; las de los “poderes fácticos”, como el Sindicato de Maestros, los gobiernos estatales (en el caso del gobierno federal), los medios de comunicación, los grupos de presión empresariales, eclesiásticos, etcétera; en tercer lugar, las restricciones de carácter financiero, pues dispone de muy escasos recursos económicos para apoyar reformas o innovaciones; en cuarto lugar, las restricciones terribles de tiempo, ante el inexorable reloj sexenal; y por último, las limitaciones humanas de su equipo de colaboradores.
La educación es esencialmente un asunto de calidades humanas, el Estado, esa entidad aparentemente tan poderosa, es en realidad impotente para educar, sólo crea condiciones favorables; quienes educan son siempre personas, independientemente de quién les pague su salario. Personas humanas con virtudes y defectos, entusiasmos, motivaciones, lealtades, resistencias, prejuicios, vanidades y ruindades.
Los secretarios de Educación pueden tomar sus decisiones, pero éstas serán mediadas por muchos funcionarios: burócratas altos, medios y bajos, supervisores, directores y maestros. Unos maestros las aceptarán, otros no. Por algo muchos maestros suelen decir: “las autoridades pasan; nosotros permanecemos”, frase que hay que tener en cuenta al promover cambios en el sistema educativo.
Acercamiento a la realidad cotidiana. Como asesor, también pude acercarme un poco a la operación cotidiana del sistema escolar. Lo suficiente para comprender –como lo creo ahora– que lo más importante que puede hacer un secretario de Educación y lo que quedará cuando deje la sep. es lo que haga por mejorar el desempeño de los maestros de aula.
Las nuevas construcciones poco contribuirán al mejoramiento de la educación, las innovaciones en los planes y programas curriculares pasarán, las instituciones que cree envejecerán y probablemente se desvirtuarán. Lo que cuenta para la calidad de la educación es el sentido de vocación de cada maestro, su entusiasmo por educar, su fe en que lo que hace tiene sentido, su amor a sus alumnos. Es el efecto acumulado de estas cosas intangibles lo que va formando una “tradición pedagógica”, indispensable para que en un país haya una “buena educación”. Esa tradición será lo que quede. Los países que cuentan con ella la dan por supuesta; los que aún carecemos de ella, no la valoramos.
Muñoz Izquierdo sostiene que los conocimientos derivados de investigaciones que proponen una innovación en el sistema escolar sólo podrán ser eficaces cuando, en el proceso político, se den las condiciones favorables para adoptarlos. Sólo entonces se adoptarán las decisiones recomendadas por los investigadores.
Según mi punto de vista los investigadores si pueden influir en la política educativa ya que ellos investigan y llegan a conclusiones en las cuales determinan lo bien o mal que se encuentra la educación en nuestro país. Esto sin tener que rendirle cuentas a ningún funcionario, ya que los investigadores no reciben ningún pago o bonificación por las investigaciones que ellos realizan.
Referencia
Titulo: ¿pueden los investigadores influir en la política educativa?
Autor: Pablo Latapí Sarre
ISSN 1607-4041
Vol. 10, No. 1, 2008.
URL http://redie.uabc.mx
Fecha de lectura: mayo de 2008